El ambiguo significado
original de la palabra troll parece haber pervivido algún tiempo después de que
la antigua literatura escandinava fuese documentada. Esto puede verse en
términos tales como sjötrollet (‘trol
del mar’), sinónimo
de havsmannen (‘hombre
del mar’), un espíritu
protector del mar y especie de equivalente masculino de la sjörå (véase huldra).
En Escandinavia hay muchos lugares llamados en honor a los troles, como la ciudad sueca de Trollhättan (‘capucha de trol’) y la legendaria montaña Trollkyrka (‘iglesia de trol’).
En Escandinavia hay muchos lugares llamados en honor a los troles, como la ciudad sueca de Trollhättan (‘capucha de trol’) y la legendaria montaña Trollkyrka (‘iglesia de trol’).
Gradualmente puede
discernirse la formación de dos tradiciones principales sobre el uso de troll.
En la primera, el troll es un descendiente directo de los jötnar escandinavos,
grande y bruto. Se les suele describir como feos o con características animales
como colmillos u ojos ciclópeos. Ésta es la tradición que ha llegado a dominar
cuentos de hadas y leyendas (véase más abajo), pero también el concepto
prominente de troll en Noruega. Como regla general, lo que sería llamado un troll
en Noruega sería en Dinamarca y Suecia un ‘gigante’ (jætte o
jätte, derivado de jötunn).
Troles con un niño cambiado
que han criado (John Bauer, 1913).
En algunos relatos noruegos, tales como la balada medieval Åsmund Frægdegjevar,[2] los troles viven en una lejana tierra norteña llamada Trollebotten, cuyo concepto y ubicación parecen coincidir con el antiguo Jötunheimr escandinavo.
En algunos relatos noruegos, tales como la balada medieval Åsmund Frægdegjevar,[2] los troles viven en una lejana tierra norteña llamada Trollebotten, cuyo concepto y ubicación parecen coincidir con el antiguo Jötunheimr escandinavo.
La segunda tradición es más prominente en el sur de
Escandinavia. Inversamente, lo que sería llamado troll en el sur de Suecia y
Dinamarca se llamaría huldrefolk en Noruega y vitterfolk en el norte de Suecia
(véase Isla de Wight). El término sureño se originó probablemente por una
generalización de los términos haugtrold (‘trol
del montículo’) o bergtroll (‘trol
de la montaña’), ya que los troles de esta tradición residen bajo tierra.
Estos troles son muy parecidos a los humanos en
apariencia. A veces tenían una cola escondida en sus ropas, pero ni siquiera
eso era definitivo. Un forma frecuente de reconocer a un trol con aspecto
humano en el folclore es fijarse mejor en lo que visten: en particular, las
mujeres trol iban a menudo vestidas demasiado elegantemente para ser mujeres
humanas que se mueven con frecuencia por el bosque.
Sin embargo, la mayoría de las veces los troles se
mantenían invisibles y así podían viajar sobre los vientos, como en el caso del
trol de viento Ysätters-Kajsa, o colarse en los hogares humanos. A veces sólo
podía oírseles hablar, gritar y hacer ruido, o el sonido de su ganado.
Similarmente, si se estaba en el bosque y se olía comida guisándose, se sabía
que había un trol viviendo cerca. Los troles también eran famosos por su
habilidad para cambiar de forma, adoptando el aspecto de troncos caídos o
animales como gatos y perros. Una noción bastante frecuente es que a los troles
les gustaba aparecer como bolas de hilo rodantes.
Mientras los grandes troles ogrunos aparecen a menudo como
seres solitarios, se creía que los troles «pequeños» era seres sociales que
vivían juntos, como los humanos pero en el bosque. Criaban animales, cocinaban
y horneaban pan, eran excelentes en la artesanía y celebraban grandes
banquetes. Como muchas otras especies del folclore escandinavo, se decía que
vivían en complejos subterráneos, accesibles desde entradas bajo grandes cantos
rodados del bosque o las montañas. Estos cantos podían estar erigidos sobre
pilares de oro. En sus moradas, los troles acumulaban oro y tesoros. Había
discrepancias sobre si los troles eran básicamente malvados o no, pero a menudo
trataban a la gente como ellos eran tratados. Sin embargo, los troles podían
provocar mucho daño cuando eran vengativos o juguetones, y a pesar de otras
cosas siempre eran paganos. Los troles también eran grandes ladrones, y les
gustaba robar la comida que los granjeros almacenaban. Podían entrar invisibles
en los hogares durante los banquetes y comer de los platos de forma que no
hubiese bastante comida, o echar a perder la cerveza y el pan de forma que
faltase o no fuese suficiente.
A veces los troles raptaban a gente para
hacerlos sus esclavos o al menos sus prisioneros. Estas pobres almas eran
conocidas como bergtagna (‘llevados a la montaña’ o ‘tomados por la montaña’), que también es la palabra escandinava para ‘llevarse por arte de magia’. Estar bergtagen no sólo se
refería a la desaparición de la persona, sino también a que tras su retorno, quedaban afectados
por la locura o apatía
provocada por los troles. Cualquiera podía ser raptado por los troles, incluso
el ganado, pero el mayor riesgo lo corrían las mujeres que habían dado a luz
pero no habían sido llevadas aún de vuelta a la iglesia.
Ocasionalmente, los troles robaban incluso un bebé recién
nacido, dejando a su propio vástago, un (bort)byting (‘niño
cambiado’), en su lugar.
Para guardarse de los troles siempre podía confiarse en el
Cristianismo: las campanas de iglesia, un crucifijo o incluso palabras como
«Jesús» o Cristo servían contras ellos. Como otras criaturas del folclore escandinavo,
también temían al hierro. Además de eso, fueron perseguidos por Thor, uno de
los últimos vestigios de la antigua mitología escandinava, quien arrojaba sus
martillos como rayos para matarlos. Estos martillos podía luego encontrarse en
la tierra (en realidad hachas de la Edad de Piedra) y usadas como talismanes
protectores.
Cuentos
de hadas y leyendas
Mientras el folclore popular
consistía fundamentalmente en anécdotas cortas que describían cosas que
(supuestamente) sucedieron a gente cercana, los cuentos de hadas son relatos
que rara vez reclamaban ser ciertos de la misma forma. Muchos de los cuentos de
hadas donde aparecen troles fueron escritos a finales del siglo XIX y
principios del XX, reflejando el romanticismo de la épica, y publicados en
colecciones de cuentos de hadas como Tomtar och Troll. Estos relatos, así como
las ilustraciones de artistas como John Bauer y Theodor Kittelsen, llegarían a
formar las ideas que la mayoría de la gente tiene actualmente sobre los troles.
En las leyendas de las Edad Media y anteriores también
aparece un tipo de troles de dimensiones más horripilantes. Esto podría
reflejar una visión pasada de los troles como criaturas claramente malvadas que
se suavizaría en el folclore posterior (véase más arriba), o ser sólo otro
ejemplo de relatos fantásticos exigiendo dimensiones fantásticas.
En los cuentos de hadas y leyendas los troles son menos la
gente que vive junto a los humanos y más criaturas aterradoras. Particularmente
en estos relatos aparecen con cualquier tamaño, variando éste desde el de los
enanos hasta el de los gigantes. A menudo se les considera poco inteligentes
(especialmente a los masculinos, pues las femeninas o trollkonor pueden ser
bastante astutas), muy fuertes, de grandes narices, brazos largos, peludos y no
muy hermosos (siendo de nuevo las féminas una excepción, al ser con frecuencia
bastante atractivas). En los cuentos de hadas escandinavos los troles a veces
se vuelven de piedra si les da la luz del sol.
Los siguientes extractos de la balada danesa Eline af
Villenskov describen el aspecto físico de los troles en la mitología
escandinava:
Había setecientos troles,
eran feos y adustos,
harían una visita al granjero,
para comer y beber con él.
Entonces dijo el trol más pequeño
(no era mayor que una hormiga):
Aquí viene un cristiano,
al que seguro manejaré
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